There's always gonna be another mountain. ~

Mis oídos empezaban a atudirse, mi mente estaba completamente perdida, mi rostro lleno de lágrimas, mi cuerpo débil, no daba más. Sentía que necesitaba a aquella persona que recubiera todos mis dolores, pero esa persona jamás aparecía, nunca se hacía presente, siempre era yo y yo conmigo misma, jugando a pensar que había alguien a quien le importase, pero no, era todo una cruel fantasía. Decidí desahogarme con lo único que me hacía compañía, así que levemente me levanté del suelo y me fui a aquel banco que siempre lo visitaba, cada día, para retirar todas mis angustias, en unas simples notas y melodías donde el sonido era algo extraordinario. Así que apoyé mis manos sobre aquellas teclas blancas y negras y empecé a apelmazarlas sútilmente y suavemente, moviendo mis dedos y manos de un lado a otro, de repente suena una dulce melodía sobre mi mente escuchando levemente como ese sonido iba secando todas mis lágrimas e iba cubriendo todas mis heridas, como todos esos dolores se iban desvaneciendo apenas mis manos se apoderaban de aquellas teclas. Seguí y seguí moviendo cada músculo de mis dedos hasta llegar a una melodía donde se escuchaba como los ruidos de los pájaros, un sonido fino y tierno, admirable la verdad. Hasta que decidí terminar en un hermoso y perfecto "Do", que no había día que no comenzara o terminara allí.

Me levanté de aquel banco donde mi cuerpo estaba sentado y fui directo a la puerta para poder abrirla y salir de aquella habitación donde habían salido lágrimas y lágrimas y tan sólo lágrimas. Bajé las escaleras y ahí estaban, como siempre, discutiendo, por algo que en realidad nunca lograba encontrarle el sentido. Al verme, el sonido se aplastó, los dos quedaron completamente callados, no había ni un mísero sonido, ni una sola mosca que pueda romper el silencio, por lo cual decidí seguir de largo hasta la cocina sin nisiquiera saludarlos con un leve "hola" o aunque sea con la mano. Al llegar a la cocina abrí la heladera para poder agarrar en yogurt y colocarlo en un vaso de vidrio para luego tomarlo y sentir como el frío y lo dulce de aquel sabor a vainilla recorría hasta mi mente. Tomé todo de un sólo trago y lo deposité en la mesada cuando me doy vuelta y estaba ella, mirándome de tal manera que a mi me hacía dudar si estaba enfadada o no.

- Jenny, hija, entiendo tu enojo pero tendrías que saludarnos, es una cuestión de respeto - No estaba enfadada pero el tono no era muy agradable.
- ¿Me hablas de respeto a mi? Pero es que si nisiquiera ustedes lo tienen - Siempre me reprochaban cosas que ellos siempre hacían, mi tono no le cayó muy bien a mi madre por lo cual, al oír mi padre, éste vino hasta el lugar donde nos encontrábamos mi madre y yo.
- No le faltes el respeto a tu madre, ella no te ha hecho nada - Su tono hizo que mi mente explotara.
- Siempre me hechan la culpa a mi, cuando en realidad no se dan cuenta que todo lo que me ignoran, nunca soy nada para ustedes, sólo les intereso cuando necesitan un favor ¿Acaso no soy su hija? - No quería, pero mis lágrimas volvían a reaparecer, así que corrí hasta mi habitación, creo que llegué hasta allí en dos segundos de tanto enojo que tenía.

Ya no daba más, creo que en lo único que pensaba era ahogarme en un mar de lágrimas y dejar que éstas cayeras sin cesar, pero no podía, de alguna forma tenía que superarlo. Por lo cual, me recosté sobre la cama y sequé las últimas lágrimas que caían desde mis ojos, me puse boca abajo apoyando mi rostro sobre la almohada, como si mi respiración se fuera yendo de a poco, aunque por más que mi lado negativo lo pedía, yo quería seguir intentándolo. A los dos minutos escucho un ruido conocido, un sonido en el cuál me era frecuente, si, sonaba una frase que me hacía pensar, imaginar "Now I die let all my defenses down pray to god to hear my cry", era mi celular, por lo cual, alguien me estaba llamando. No tenía más opción que agarrar el celular y fijarme quien era el que querría hablar conmigo, me fijé en la pantalla y decía el nombre que menos imaginaba, podría llegar a ser cualquier otra persona, pero aquella era la que en verdad no quería ver el nombre ni en una pantalla de celular, por lo cual, mi deseo no se había cumplido, no tuve más que hacer que responder.

- Jenny antes de que cortes necesito que me escuches - Era esa voz repugnante, cada vez que lo escuchaba u oía hablar de él sentía asco, verguenza, si, era mi ex.
- ¿De qué quieres hablar? ¿No entiendes que esto ya se terminó? Déjame en paz Joseph! - Mis lágrimas me pedían salir, pero yo se los impedí.
- Pero Jenny escúchame, todo tiene un porque ... -
- Si, y el porque del que yo te digo todo esto - Interrumpiéndolo - es porque no quiero nada más, no quiero escuchar más tu voz, no quiero verte más, no quiero ni un mínimo acercamiento, tu haz tu vida que yo con la mía tengo suficiente - De tanta bronca que tenía encima agarré el teléfono corté y lo revoleé hacia la pared, amaba ese celular pero no podía hacer más nada, mi bronca le ganaba a mis pensamientos.

Tenía ganas de tirar absolutamente todo a un pozo donde jamás podría recuperar esas pequeñas cosas ¿Dónde estaba? En un lugar lleno de oscuridad, donde no sabía que atajo agarrar para poder salir al menos viva y sentirme feliz tan sólo por un segundo. Gracias a esas teclas negras y blancas y esas seis cuerdas que sigo viviendo y mi alma sigue en pie para poder seguir adelante, sin aquellos, yo no estaría aquí hoy por hoy.
Ya eran las tres de la tarde, no hacía más que pensar en esas cosas que me hacían hundirme más cada segundo, minuto, hora. Escuché la voz de mi madre diciendo "Jenny, está la comida" así que decidí bajar, por más que mis ánimos no lo quería.

- Jenny tenemos que hablar - dijo mi padre, bueno, parece ser que todos mis deseos se estaban yendo en bancarota, no había ni un mínimo segundo donde me sintiera cómoda con mi vida.
- ¿De qué? ¿De lo de hoy? Sinceramente yo no tengo que hablar, yo ya dije todo lo que pienso - Sinceramente estaba muy enojada, muy, siempre me reprochan lo mismo, son discuciones y luego charlas, que duran horas y horas, y siempre la razón la tienen ellos, nunca yo, porque soy una adolescente "irresponsable y maleducada" de 16 años, claro, sólo por decir lo que pienso soy una irresponsable y maleducada.
- Mira hija, nosotros queremos lo mejor para ti, como tu también lo querrás, entonces tenemos que buscar una solución para este gran conflicto, no se puede seguir así - se lo notaba diferente que otras veces, estaba más tranquilo.
- Lo sé, y por eso siempre trato de decírselos, pero es que nunca me escuchan, es lo que ustedes dicen o no es nada, y me hacen sentir que no valgo nada - Mi voz cambiaba de tono, al sentir como el llanto iba cubriendo todo mi pecho hasta llegar a mi alma.
- Mi amor - habló mi madre, hizo una pausa por culpa de un par de lágrimas que salían de sus ojos - no es que nunca te entendamos, siempre tratamos de darte lo mejor, hija, tu eres nuestra vida, te amamos y vales mucho para nosotros - le noté una sinceridad enorme, jamás habíamos hablado tan tranquilos, siempre era echarme la culpa o algo por el estilo, jamás comprensión ¿Qué era lo que había cambiado?
- ¿Entonces porque siempre me echan la culpa de todo? Yo quiero la mejor relación, pero es que siento que nunca intentan para lograrla, siento que sólo les importan sus opiniones, y jamás puedo expresarme como lo estoy haciendo ahora, jamás me escucharon tanto como lo estoy haciendo ahora. No sé que es lo que pasa, pero esto era lo que yo quería conseguir - Mi llanto se secó, ya no estaba tan emocionada, pero si estaba un poco contenta al creer que capaz las cosas habían cambiado, alguna buena noticia no me vendría nada mal.
- No es que siempre te echemos la culpa hija - explicaba mi padre - sólo que, hay cosas que tú todavía no entiendes. Tu madre y yo cuando discutimos somos de enojarnos demasiado y capaz vamos y descargamos en tu persona, cuando ese es nuestro error - ¿Era mi padre el que estaba hablando? Pínchenme porque no sé si estoy soñando o que.
- Jenny - y otra vez mi madre se interrumpía a ella misma, pero esta vez no eran un par de lágrimas, eran muchas más - tu padre y yo tomamos una desición, vamos a ir por caminos distintos -
- No entiendo ¿Cómo? - ¿Cómo no iba a entender? Sólo intenté hacerme la estúpida.
- Tu madre y yo nos vamos a separar - Jamás lo vi tan flojo, tan débil a mi padre, vi como caía una lágrima sobre su rostro, se notaba su tristeza, y mi madre no paraba de llorar, como si se sintiera culpable de todo lo que había hecho.
- Pues .. me parece bien - No podía decir nada más, no era buena para transmitir mis sentimientos en este tipo de cosas, por lo cual me levanté, sin comer absolutamente nada ya que mi apetito había desaparecido y subí las escaleras para llegar hasta mi pieza.

Me recosté en la cama panza arriba mirando el techo, ni una lágrima, ni un llanto, nada aparecía en mi ¿Acaso no me dolía? Hola! Mis padres se iban a separar! ¿Qué era lo que no me afectaba? ¿Qué me estaba pasando?

Al dudar tanto de mis sentimientos decidí posar mi cabeza sobre la almohada levemente y tomé un leve suspiro, para contener mi respiración a lo normal y poder entender que me estaba ocurriendo. Por lo cual en tan sólo segundos mis ojos permanecieron cerrados durante un largo tiempo, más de una hora podría decir. Mis ojos empezaron a abrirse, trataba de despegarlos por la culpa de algunas lagañas que los recorrían. Observé la pantalla de mi celular para fijarme la hora y ya eran las cinco menos cuarto, y ni había almorzado, pero claro, con todo lo que había pasado, mi apetito ni se asomaba, por lo cuál decidí levantarme e ir hasta el baño para darme una buena ducha y dejar que mis problemas cayeran en unas gotas de agua, sin que salieran de mis propios ojos. Fui hasta allí, agarré dos toallas y las coloqué cerca de la bañera para cuando termine poder agarrarlas y utilizarlas. Abrí primero el agua caliente y luego la fría para conseguir un agua tibia y suave, por lo cual entré a la bañera y me empecé a duchar. Era increíble como al caer el agua mi mente se iba despejando y pensando más detalladamente cada hecho de lo que había sucedido en el día. Pensaba en la llamada de Joseph, en la primer discución con mis padres, y en la gran definición, la separación de mis padres. ¿Qué era lo que provocaba efecto en mi como para no dolerme tanto? Eso era lo que no lograba entender, ya que no me dolía como en otros momentos, que capaz me hubiera afectado mucho más. Al finalizar la ducha, luego de pensar muchos hechos, cerré la canilla, la caliente y la fría, y tomé la toalla más grande para colocarla en mi pelo como un espiral, y luego tomé la otra para colocarla sobre mi cuerpo. Me retiré de ese lugar de pensamientos tibios y cálidos y fui hasta mi pieza a cambiarme de vestuario. Me puse una remera suelta negra, con algunos detalles en blanco, y un short de jean negro con un cinturón bien dark, y luego unas zapatillas convers blancas y negras. Dejé que el pelo vuele por los aires y solamente me maquillé muy leve, deliniándome los ojos con negro y pintando un poco mis pestañas, aunque mi tentanción se apoderó de mi y también utilicé un poco de sombra color piel. Me di cuenta, que al cambiarme de tal forma, mi cuerpo me pedía salir, despejarme un poco más junto al viento, por lo cual bajé las escaleras, ninguno de mis padres se encontraba, así que tomé mis llaves, abrí la cerradura despacio y con tranquilidad, y pude salir afuera.

No sé a dónde estaba yendo, solamente a dónde mis sentimientos me guiaban. Al fin y al cabo llegué al lugar dónde desde chiquita siempre iba cuando estaba mal, y este era el momento de hacerme presente allí. Me senté en el césped para calmar un poco mis intranquilidades y al mirar hacia la derecha por curiosidad veo a un muchacho, muy apuesto diría yo, pero desde lejos había algo que me atría, pero no era algo nuevo, era un sentimiento que ya lo había sentido alguna vez. Si, ese muchacho era del cuál yo siempre estuve enamorada, pero nunca lo pude concretar, ni conmigo misma. Sus mágicos rulos, su mirada dulce y asombrosa, y su sonrisa tierna que sólo salía en ocaciones tan especiales. Lo raro era que venía caminando sólo, si, era Nicholas, el hermano de mi ex. Al verme levantó su mano izquierda para saludarme, pero se ve que con eso no le hizo falta por lo cuál se acercó a mi y se sentó a mi lado.

- Hola - Saludó - hace cuánto que no te veo ¿Cómo has estado? - Finalizó y depositó sus labios en mi mejilla, unas mariposas volaban en mi estómago al vivir esta ocasión.
- Hola - Contesté - yo todo muy bien, supongo ¿Y tú?
- Bien. ¿Supongo? - Amaba cuando levantaba esa ceja derecha, como en caso de duda.
- Si, no vengo de un momento muy fácil - No quería hablar del tema, pero no soy buena escondiendo lo que me pasa, y menos con él, así que tuve que hacerlo.
- Pues, soy todo oídos - Su manera de expresarse al hablar, me encantaba.
- Simplemente, no sé. Tu hermano me llamó hoy queriendo hablar pero yo no le cedí, sinceramente no tengo muchas ganas de escuchar sus reproches, y menos que menos sus histeriqueos como mujer. Y bueno, me acabo de enterar que mis padres se separarán - El rostro de Nicholas cambió por completo, ya que al decirle lo de Joe se le vio que era algo no muy raro para él. Sus ojos se achicaron y su sonrisa se desvaneció, observaba como si sintiera dolor, como si lo vivera él mismo.

- Y .. y tú .. ¿Y tú cómo estás? - Tartamudeaba, se lo notaba preocupado.
- Si es que quieres que sea sincera, no lo sé. - No había respuesta más sincera que aquella.
- No debe ser fácil ¿Pudiste conversarlo con alguien? - Seguía preocupado.
- ¿Con quién podría? No tengo a nadie - Se me juntó todo un llanto dentro de mi pecho, pero yo lo ignoré.
- Me tienes a mi - Su dulce, hermosa y perfecta mirada se hizo presente ante mis ojos, entregándome como unos rayos del sol que llegaban a iluminar hasta mi corazón. Hasta que juntó una de sus manos junto a la mía y veía como su rostro se iba acercando al mío, hasta llegar sus labios a mi oído y susurró "Jamás estarás sola Jenny, jamás", volvió a mirarme y quedamos a una distancia tan mínima que mis ojos no paraban de mirar al suelo de tanta vergüenza que mi ser contenía, hasta que con su otra mano levantó mi rostro y fue en ese momento, que por primera vez, me sentí verdaderamente feliz.